Braulio Quintana, abrió los ojos y miró hacia el techo dónde estaba la lámpara de cristal, volvió a cerrarlos y le vino a la memoria el día que su madre le echó la bronca por haber roto de un pelotazo la única bombilla que quedaba en la casa. ¡Que tiempos aquellos de miseria! Después de la bronca vino el coscorrón, ¡niño mira lo que haces!, ¡que es la única luz que tenemos!, dijo su pobre madre de él y de siete niños más. Si estuviera aquí tu padre… Pero su padre estaba chapuceando por Madrid. Se acordó que le dijo: un día cuando vayamos a Madrid, iremos a la Venta de la Alegría a comer callos. La cosa se torció, y en vez de callos tuvieron que liquidar los tres boniatos que quedaban de reserva.
Pero todo esto pasó, el estraperlo y la miseria iban desapareciendo, empezaba a haber trabajo, y esto para muchos era motivo de alegría. Sin embargo, para Braulio era un castigo que mandaba Dios, el trabajo era un pecado mortal, y él no quería pecar, prefería dormir y que viniera lo que viniese. La madre le decía: -¡venga Braulio que son las doce, arriba!;- cinco minutos más, mama, que tengo el cuerpo en tensión y necesito descanso.
Recordó también a Rosarillo ¡que buena estaba la joía! pero sus amoríos con ella duraron poco, pues la tal Rosario, al tercer día de conocerlo le cantó las cuarentas y le dijo: -¡Eh tú que tienes nombre de cepillo de dientes, y eres más flojo que una cortina!, ¡frenamos lo nuestro y te buscas a una de tu gremio, que por estos lares el que no trabaja no come!
Los hermanos de Braulio, habían formado una cooperativa, de la que él se ofreció como jefe. La contestación le llego rápido, como seis leones los hermanos lo largaron de la empresa, y el volvió a su sitio preferido, la cama, de esta manera perdió a su querida Rosario. Y aún le quedaban muchas cosas por perder.
Un día, escuchó a su madre llamándolo: ¡Braulio levántate y lee esta carta que la envía tu padre!… ¡Mama!, pero si acabo de acostarme. Aún así, después de un par de… ¡me cago en la leche!, se tiro de la piltra y comenzó la lectura de la misiva:
“Querida Petra y queridos hijos, os mando estas letras para deciros que estoy en el trullo. Pues pertenecía a una empresa que se dedicaba al cambio de domicilio y traslado de objetos valiosos, “joyas, cuadros y todo lo que tiene valor”. La policía nos dice que por este trabajo nos darán de dos a cinco años de residencia, así que estamos veraneando, comemos bien y todos los días hacemos gimnasia. De tiempo en tiempo, se pierde una paliza pero siempre proporcionada con alegría. Espero que aclaren el error que están cometiendo y me den la papeleta de fin de curso. Cuando regrese, confió en que la felicidad vuelva a casa. UN ABRAZO PARA TODOS Y A BRAULITO “que se tome la vida con calma pues tengo conocimiento de que para el trabajo es demasiado impulsivo”. Petra, a ver si puedes mandarme algún condumio pues estoy perdiendo peso y estoy casi invisible. ABRAZOS PARA TODOS ESPECIALMENTE PARA TI GORDITA MIA.
P. D.: De oídas se que se a casado mi sobrina Casilda, mándame alguna noticia sobre la boda.
Firmado: Serafín Quintana Gómez
Al poco tiempo, Serafín recibe la misiva de su santa esposa:
Querido Serafín, recibí tu carta y me hago cargo del estado, en el que te encuentras. Procuraré enviarte algo para que comas, pero no te hagas muchas ilusionas pues aquí no está la cosa muy boyante.
Para que te entretengas, te contare la boda de tu sobrina la Casilda, que al fin ha cazado a un elemento. El día de la boda pasé a visitarla, llegué a la hora que comenzaba a vestirse. ¡Que guapa estaba el día de la boda con su traje verde!, viéndola de espalda parecía un lorito del Brasil. Casilda se miro al espejo y se dio cuenta que le faltaba algo y dando un grito, ¡Manolita las bragas! El revuelo que se formo fue un escándalo, ¡la novia no lleva bragas! Algunos entusiasmados decían a coro: ¡Que lo enseñe, que lo enseñe!; otros más suaves decían ¡la novia lleva un tanga!
Mientras, en la iglesia donde se celebraría la boda, Don Rosendo el párroco desesperado por el motivo de la tardanza exclamaba, ¡qué se quede como está!, si todos somos humanos. La comitiva se puso en marcha, abría paso la banda del bizco, detrás los novios, el concejal, dos miembros del sindicato, la música la de siempre… España cañí, Angelitos negros y el Himno de la legión. Pues según la opinión publica el novio había militado en dicho cuerpo, más atrás y en un vehículo el ágape que será servido por Manolito Mala Sangre, muy conocido en la región por dar gato por liebre, el vino ocupaba lugar preferente, ya que era muy apreciado por hombres y mujeres. En la puerta del templo estaba don Rosendo, tres monaguillos y el cabo Jaleito, con cuarenta años deservicio. Dentro del recinto la temperatura se acercaba a los cuarenta grados, el sudor corría por los rostros de los presentes, amontonados unos sobre otros, expectantes esperaban la llegada de la novia. Ésta al fin llegó sudorosa hizo lo que nunca debió de hacer, se desabotono la blusa y dejo en libertad lo que había dentro, el griterío y la emoción hicieron que la gente saltara, y lo que no había pasado en doscientos años ocurrió, el suelo se hundió y todos los asistentes cayeron a la planta inferior. Se escucharon gritos y voces como… ¡tía buena!, ¡a la cárcel el constructor!, ¡el cura tiene la culpa!, ¡virgencita déjame como estoy!, ¡el caudillo!, ¡que venga la guardia civil y los sindicatos!, ¡que denuncien este atropello!, ¡el cura a juicio!, ¡la novia que termine de desvestirse! y ¡el novio al paredón!
Al fin se solucionó el conflicto, a las tres horas comenzó a reinar la calma, el índice de heridos fue el siguiente: cuarenta roturas de brazo, diecisiete lesiones de cadera, cincuenta narices fuera de su sitio, cuatrocientos puntos de sutura, el padre Rosendo batió el record pues le cogió la explosión en frente mismo de la novia, dos de los botones saltaron dándole al párroco en pleno rostro y éste, al caer hacia atrás exclamaba ¡Mea culpa, Mea culpa!, sigue hospitalizao. Después de tomar nota de todos los lesionados y trasladados al hospital, los heridos quedaron para marchar a casa. De pronto se oyó un grito ¡y el vino!, ¿Qué hacemos con él?, ¿lo tiramos?, ¡nunca, hay que bebérselo!, así más o menos, acabo la boda de Casilda tu querida sobrina.
Por hoy no te cuento más, cuídate y procura estar de vuelta antes de la nochevieja pues habrá que celebrar tu regreso. Tu gordita Petra
P. D.: El asunto del condumio esta más difícil así que no te hagas ilusiones cuídate. PETRA
Braulio volvió a abrir los ojos y de nuevo mirando al techo, pensó: “¡las vueltas que da la vida! Y ahora me conceden una vivienda, tras varios años para reunir el dinero y después de sentar la cabeza. Es una casa pequeña pero limpia y acogedora.”
Cerró los ojos de nuevo y recordó a sus padres en aquella choza de paja y barro, cuantas veces vio a sus padre llorar de impotencia al no poder tener algo mejor. Su madre siempre paciente y buena compañera le decía a su padre: ¡paciencia, Serafín!, que Dios aprieta pero no ahoga. Todo llegará.
Pero para dolor de todos, su madre no conoció esa alegría. Una enfermedad cruel acabo con su vida.
Su padre, todavía cuando llega a casa, todas las tardes se sienta delante del único recuerdo que tienen de la choza, a veces se ríe pero son mas las veces que carraspea y traga saliva. Después coge su bastón y sin soltar palabra se sienta a la mesa, mientras comen suele decirle: “cuida por lo que tienes Braulio, que la vida no ha sido ni será fácil. Tú, ya has conocido lo dura que es esta vida, eres joven y has pasado malas rachas.
Hoy está la cosa algo mejor, pero tendrás que seguir luchando. Cásate con esa muchacha que es buena mujer y no te olvides que para llegar lejos hay que caminar. A veces se tropieza, eso exige levantarse y seguir, pues la vida es una lucha constante. Cuando me paro delante del retrato de la choza no la veo como una cosa fea al contrario, es la cosa más hermosa que he tenido, pues en ella vivió tu madre y en ella formamos una familia. Cuando la veas no la odies, quiérela, pues en esa pequeña vivienda estuvo tu madre y después tú, que son las cosas que más he querido en esta vida.”
Braulio pensó que se quedaría con estas palabras para siempre, hoy que tenía que dejar la choza, su casa. Y pensó: “que Dios nos ayude en nuestra nueva choza”.
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